Un día se me acercó una estudiante de la carrera de psicología y me contó lo que había ocurrido con su novio. Un día su novio le arrebató su teléfono y comenzó a buscar en sus contactos. Descubrió que un exnovio le había mandado un mensaje y esto fue el detonante para que comenzara a insultarla. La discusión entre ellos fue incrementándose hasta que él le dio una cachetada. Después de esto él se alejó muy enojado. Poco tiempo después comenzó a llamarla constantemente por teléfono. Así se pasaban horas discutiendo acerca de lo que había ocurrido hasta que él le dijo que en verdad la quería y que deseaba casarse con ella. Cuando esta estudiante me estaba contando lo que había pasado entre lágrimas, lo que más me llamó la atención fue la respuesta que me dio cuando le pregunté cómo se sentía. Me contestó: “El me pegó porque yo lo provoqué”.

En este ejemplo que desgraciadamente es más común de lo que podemos imaginarnos, está presente un ejercicio de violencia en una relación de noviazgo. Hombres y mujeres en relaciones de noviazgo se enfrascan en situaciones que desencadenan una escalada de violencia. Inicialmente se comienza con las discusiones verbales en las que las palabras ofensivas y los juicios de descalificación están presentes, para posteriormente pasar al terreno de la violencia física. En lugar de asumir la responsabilidad por estar en situaciones en las que se ejerce la violencia y ver con claridad que corresponde a cada uno de los participantes, la respuesta de esta mujer deja en claro como había asumido un patrón de culpa para exonerar a su novio de un acto violento y para no asumir su responsabilidad por lo que ella está permitiendo. Si este patrón de violencia se está presentando en el noviazgo ¿qué es lo que puede esperase durante el matrimonio?

¿De qué manera podemos salir de este tipo de relaciones en donde imperan patrones de violencia? Inicialmente, es necesario realizar un trabajo personal en el que vayamos identificando los procesos que se están gestando y que nos llevan a permanecer en este tipo de relaciones destructivas. Es importante aprender a reconocer nuestras necesidades físicas y emocionales a fin de irlas atendiendo. El trabajo para fortalecer nuestra autoestima y el desarrollo de nuestra inteligencia emocional son factores decisivos en este proceso de construcción de nuevas relaciones.

Este trabajo analítico también implica analizar cual es el impacto que sobre nuestros patrones de comportamiento y nuestras creencias tiene los estereotipos de género. A las mujeres desde pequeñas nos han inculcado patrones de sometimiento, mientras que a los varones se les ha formado para responder con violencia. Si no cuestionamos estos patrones, estaremos naturalizando actos de violencia. Esto ocurre cuando esta muchacha en lugar de contactar con sus sentimientos al ser golpeada, se echa la culpa de este acto sosteniendo que ella lo provocó. En este caso no hay límites claros en donde comienza ella y en donde comienza él. Los actos de celotipia de él son confundidos con un amor genuino y la promesa de que se va a casar con ella, la llevan a alejarse de sus sentimientos y de sus necesidades.

Ante esta creciente problemática por cuanto al ejercicio de violencia en nuestras relaciones interpersonales, en el Programa Institucional de Estudios de Género (PIEGI) un grupo de académicos y académicas nos hemos dado a la tarea de diseñar programas y actividades que les proporcionen a las personas herramientas que les permitan fortalecer su desarrollo personal. En el canal de YouTube del PIEGI se ofrecen conferencias y diversas actividades que les proporcionan a las personas interesadas nuevas panorámicas sobre cómo salir de relaciones destructivas y comenzar a fortalecer su autoestima y su inteligencia emocional. Asimismo a través del Programa de Superación Académica de la FESI (PROSAP) se ofrecen cursos sobre estas temáticas, tanto en la modalidad presencial como en línea.

Dra. María Antonieta Dorantes Gómez

Coordinadora del Programa Institucional de Estudios de Género