Estrés y género
El estrés es una de las manifestaciones características de la vida moderna, es una de las causas principales de agotamiento con graves repercusiones en la salud.
Existen dos variables que determinan el grado en que un estresor provoca una respuesta al estrés: a) el contexto entendido como el medio ambiente social y físico y b) la vulnerabilidad entendida como las características personales del individuo (edad, género, rasgos de personalidad, nivel de autoestima, etc).
Los estresores pueden ser similares para hombres y mujeres: las condiciones económicas, políticas y sociales. Las diferencias aparecen cuando se consideran las condiciones de género. En el proceso de socialización mujeres y hombres reciben y aprenden un guion cultural-histórico que determina su forma de pensar, sentir y actuar.
Socialmente el hombre debe ser el proveedor económico y jefe de la familia, es el depositario de poder económico, social y sexual. Sus roles son laborales, productivos y se desarrollan en el ámbito público. La mayor fuente de los estresores que enfrentan los varones son de tipo laboral y económico. Algunos ejemplos de éstos serían la sobrecarga de trabajo, los conflictos con sus compañeros de trabajo, los problemas económicos o la inestabilidad laboral. Cuando los varones están convencidos de que su trabajo les da su identidad, buscan indicadores de éxito reflejados en su salario y en la pertenencia a círculos de poder. Esto se refleja en su vida familiar dado que consideran que su rol como de esposo y padre, se circunscribe a la de ser proveedores.
Socialmente las mujeres deben ser esposas, madres, amas de casa. Los roles que les son impuestos se relacionan con su papel como reproductoras, como cuidadoras de la familia. Estos roles se desarrollan, básicamente en el ámbito privado. En el caso de las mujeres, la mayor fuente de estresores proviene del ámbito doméstico. Ejemplos de éstos serían la multiplicidad de roles que tienen que desempeñar en sus familias, el papel de cuidadora de niños (as), de ancianos (as), de enfermos (as), el trabajo doméstico interminable y rutinario pero además desvalorizado social y económicamente, así como la mayor presencia de jefaturas femeninas en el hogar. Las cargas de trabajo doméstico que tienen que desempeñar las mujeres influyen en la escasa posibilidad que tiene para desarrollar otras actividades que redunden en su formación y superación personal.
Cuando las mujeres se incorporan al ámbito laboral, la fuente de estresores también se vincula con su participación en el trabajo remunerado y en los ámbitos públicos. Estas mujeres en muchas ocasiones, tienen que desempeñar una doble jornada, situación que les genera estrés al tratar de compaginar las exigencias familiares con las que les demanda el espacio laboral.
Es importante reconocer las diferencias por cuanto al estrés que las condiciones de género imponen a varones y a mujeres a fin de crear nuevas condiciones que les permitan responder de una manera más sana a las demandas sociales.
Lic. Rosa María Segura González
Integrante del Programa de Estudios de Género.