El GIN investiga las conductas alimentarias durante la pandemia

Reporte: Sandra R. Irizarri

La pandemia por COVID-19 permitió al Grupo de Investigación en Nutrición (GIN), fundado por el Dr. Juan Manuel Mancilla Díaz, adscrito a la Unidad de Investigación Interdisciplinaria en Ciencias de la Salud y la Educación (UIICSE) de nuestra Facultad, evaluar las conductas alimentarias, la percepción de bienestar físico y la imagen corporal de un segmento poblacional determinado y con esto, complementar y abrir nuevas líneas de investigación, así lo mencionó la Dra. Adriana Amaya Hernández quien, junto con otros once investigadores, estudia los trastornos alimentarios, las alteraciones e insatisfacción con la imagen corporal y trastorno de dismorfia muscular.

Amaya Hernández reconoció que la pandemia originó en cada persona cambios abruptos en la vida cotidiana, desde lo personal hasta lo laboral, y en el caso del equipo de trabajo del GIN, encabezado por la Dra. Rosalía Vázquez Arévalo, este escenario fue el que generó el interés en aplicar una encuesta exploratoria para conocer la percepción y cambios en las conductas alimentarias; aclaró que aunque este estudio fue para el público en general, la difusión en los canales de redes sociales de la FESI, originó que cerca de la mitad de la población de muestra fuera juvenil.

El estudio se aplicó durante los meses de abril y mayo, inmediatos a la contingencia, y destacó que se registraron conductas alimentarias anómalas, como aquellas que tienen por objetivo la pérdida de peso para lograr una apariencia esbelta, mismas que suelen ser dañinas e ineficaces; entre ellas destacaron la dieta restrictiva y el denominado grazing, que es la conducta caracterizada por comer pequeñas cantidades de alimento durante un periodo muy prolongado de tiempo sin responder a señales de hambre o saciedad; así como el preocupante uso de laxantes y diuréticos, sobre todo en personas con sobrepeso y obesidad.

Agregó que, por otra parte, la actividad física aumentó ligeramente entre los encuestados, es decir, antes de la pandemia el 55% llevaba a cabo alguna actividad, mientras que durante la pandemia, se incrementó a un 61.9%. Esta condición mostró que la población encuestada puede adoptar un estilo de vida más saludable, o bien, podría estar a disgusto con su imagen corporal, lo que puede detonar la presencia de conductas alimentarias anómalas.

La doctora Amaya, quien es psicóloga de profesión, aclaró que estas anomalías alimentarias detectadas no determinan, en general, un trastorno alimentario como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, ya que para que se presente alguno de estos, es necesario identificar la frecuencia, duración y severidad de estas conductas; sin embargo, el comenzar con conductas alimentarias de este tipo, genera emociones que se puede ir acentuando y provocar afectaciones físicas y emocionales riesgosas para la salud mental.

La importancia de estudios como este, es que el detectar estas anomalías, permitirá que no se normalicen y puedan detenerse. Recordó que es importante tener en cuenta, que la sensación de hambre debe satisfacerse hasta la saciedad y evitar que emociones negativas ante el confinamiento, como es la ansiedad, se controlen o modifiquen a través del consumo de alimentos, recomendando una actividad física constante y prolongada como una forma de regular dichas emociones.

Finalmente mencionó que el grupo de investigación al que pertenece, encontró con este estudio, nuevos horizontes ante esta “nueva normalidad” en la que también presentarán nuevas formas de destapar las conductas alimentarias anómalas.

Dado que la forma de alimentarnos, la actividad física y la imagen corporal son variables, interrelacionadas e interactivas, es que se deben contemplar para evitar un cambio de peso y, sobre todo, que los índices de trastornos alimentarios dejen de crecer y pongan en riesgo nuestra salud.